La empresa de neurotecnología Neuralink, fundada por Elon Musk, anunció que 12 pacientes en todo el mundo han utilizado sus chips de interfaz cerebro-computador (BCI) durante un total acumulado de 2.000 días y más de 15.000 horas de uso. Este hito representa un avance significativo en el desarrollo de tecnologías que permiten controlar dispositivos digitales mediante el pensamiento, especialmente en personas con parálisis severa.
Desde que la FDA autorizó el primer ensayo clínico en humanos en mayo de 2023, Neuralink ha implantado su chip N1 en pacientes seleccionados con lesiones medulares o esclerosis lateral amiotrófica (ELA). El primer paciente, Noland Arbaugh, tetrapléjico desde hacía ocho años, logró controlar un cursor, jugar ajedrez y videojuegos como Civilization VI y Counter-Strike 2 usando únicamente su actividad cerebral.
El chip, del tamaño de una moneda, contiene 1,024 electrodos conectados a hilos ultrafinos que se insertan en el cerebro mediante un robot quirúrgico. La señal neuronal se transmite de forma inalámbrica a una aplicación que interpreta las intenciones del usuario y las convierte en acciones digitales.
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Expansión internacional de los ensayos clínicos de Neuralink
- Neuralink inició sus estudios clínicos en Canadá, Reino Unido y Emiratos Árabes Unidos.
- En agosto de 2025, se realizó la primera cirugía fuera de Estados Unidos, marcando el inicio de una fase internacional que busca validar la seguridad y funcionalidad del dispositivo en diversos entornos médicos.
- En Reino Unido, el ensayo involucra a siete pacientes con trastornos neurológicos graves.
- En Canadá, el Proyecto Miami para Curar la Parálisis ha colaborado con Neuralink para realizar implantes en veteranos con lesiones medulares.
Controversias y desafíos éticos
- A pesar de los avances, Neuralink enfrenta críticas por sus prácticas de investigación con animales. Esos han sido objeto de escrutinio por presuntas tasas de mortalidad elevadas y procedimientos apresurados.
- Según Reuters, especialistas en ética advierten sobre los riesgos de privacidad, seguridad y uso indebido de las interfaces cerebro-computador, especialmente si se integran en aplicaciones comerciales o militares.
Foto: Archivo FOLOU.
