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Un vistazo al internauta del pasado, del presente y del futuro 

Hace poco alguien me comentaba: “La calidad del internet ha mejorado, ¿cierto? Antes las videollamadas se caían a cada rato y ahora hasta cocino haciendo video conferencias”. El comentario no tenía tecnicismos, ni estadísticas, pero resume algo importante: Internet evolucionó, y con esto también se transformó la forma en que vivimos, trabajamos y nos conectamos.

Y aunque hoy damos por sentado que estos enlaces ‘simplemente funcionan’, la verdad es que detrás de cada clic, cada transmisión vía streaming o cada reunión virtual hay una infraestructura cada vez más poderosa que tiene la capacidad de modificar muchos hábitos de quienes la usamos. Ese es el verdadero internauta del presente y el futuro: más exigente, más móvil, más digital… y que necesita que todo esté disponible ya, aquí y ahora.

Pero vamos más atrás en el tiempo: Año 2003; Intel lanza la plataforma Centrino. La idea de conectarse sin cables, la movilidad, se vuelve algo común. Las PCs ya no tenían que estar atadas a un escritorio, y la palabra ‘Wi-Fi’ se coló en todas las cafeterías del mundo. Fue el primer paso para que internet se volviera parte del día a día, no solo de los expertos.

Desde entonces mucho evolucionó. Del Wi-Fi pasamos a redes y dispositivos móviles que nos permitían seguir conectados ya desde la puerta del café hasta nuestras oficinas, primero para intercambiar mensajes, después para ver páginas de internet, después para poder incluso ver una serie en HD: 2G,3G, 4G, 5G. El Internet de hoy no es solo más rápido, es más inteligente, más cercano.

Y esa infraestructura no solo se mide en torres y servidores. Se mide en lo que permite: un agricultor en el Tolima que recibe alertas climáticas en su celular, una pyme en Bucaramanga que vende sus productos online o un estudiante del Chaco que accede a clases virtuales sin interrupciones. Eso también es internet. Y eso también es infraestructura.

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Hiperconectados, pero también más conscientes

El internauta del 2025 ya no se conforma con que las cosas funcionen; quiere que funcionen bien, rápido, seguro y sin complicaciones. Está en TikTok mientras paga una factura en línea, escucha música en línea mientras trabaja en remoto, y espera que todo esté disponible, sin importar el dispositivo o el lugar.

Y eso exige mucho más a nivel técnico. Requiere infraestructura robusta, redes distribuidas, centros de datos locales y algoritmos capaces de personalizar la experiencia en segundos. Aquí es donde tecnologías como el 5G, el edge computing y la inteligencia artificial hacen su magia. Pero también es donde las empresas tienen que considerar que más allá de ofrecer conexión, deben brindar experiencia. Y esa experiencia no se logra sola: es preciso que las compañías tecnológicas desarrollen soluciones cada vez más potentes, eficientes y seguras, capaces de adaptarse al ritmo del usuario moderno.

Empresas como Intel han sido parte de esta evolución desde sus cimientos. Desde habilitar la movilidad en los 2000 con Centrino, hasta desarrollar chips para centros de datos que alimentan la nube actual y los servicios de IA que usamos a diario. En la actualidad, por ejemplo, Intel impulsa el desarrollo de estándares como Wi-Fi 7, que permitirá conexiones más estables, rápidas y seguras. Y junto a eso, trabaja en procesadores que optimizan cargas de IA directamente en los dispositivos, acercando el poder de la computación a donde están los usuarios. Todo esto suena técnico, pero su efecto es simple: el internauta del presente y el futuro no tiene que preguntarse si algo va a cargar; simplemente funciona.

Cerrando brechas 

En Colombia, estos avances se sienten, aunque con matices. Según Data Reportal, a principios de 2025 la penetración de internet en el país alcanzó el 77,3% de la población, es decir, 41,1 millones de personas conectadas. En contraste, apenas el 28,8% de los hogares rurales tiene acceso a internet. Estos datos muestran que aún la brecha digital sigue muy vigente, especialmente fuera de los centros urbanos.

Si bien la cobertura 5G ya está disponible en varias ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, entre otras, muchas zonas rurales siguen con conectividad limitada o sin acceso estable.

Si queremos que el internauta del futuro esté en todas las regiones, debemos seguir trabajando en políticas públicas, inversión en conectividad, educación digital y, sobre todo, en incluir a quienes aún no están en la red.

Porque un internauta sin conexión no es del futuro y más allá de celebrar los megas o los dispositivos, vale la pena preguntarnos: ¿para qué queremos estar conectados? ¿Qué oportunidades queremos abrir? El internauta del futuro no es una figura lejana o abstracta: eres tú, soy yo, es cualquiera que se conecta para aprender, trabajar, crear o simplemente, hablar con su tía mientras cocina.

Y mientras la infraestructura siga evolucionando, ese futuro estará un poco más cerca, más rápido y, ojalá, más justo para todos.

Por: Juan Casal, director de Telco & Empresas Digitales de Latam en Intel.
Foto: Glenn Carstens-Peters en Unsplash.

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