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10 consejos para que tus hijos lean (más allá de la tecnología)

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Sobra decir que los beneficios de la lectura para un niño son muchísimos, como abrir la mente, ampliar vocabulario y desarrollar la empatía. Muchos creen que la tecnología es la culpable de que los niños no quieran leer, pero yo no creo en eso. Creo que el secreto está en hacer de los libros objetos cotidianos en la vida, encontrarles el gusto, espacio y tiempo, así como lo tienen las pantallas.

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Hay muchas formas de introducir los libros en la vida de los niños. Y así como el ejercicio, la lectura es algo que al principio requiere un poco de entrenamiento, pero una vez fluye es algo que queremos hacer una y otra vez. Aquí algunas ideas sobre cómo hacerlo.

  1. Eliminar el ‘tienes que leer’. Lo primero es quitar la idea de que leer es un deber y no un placer. Lo que hay que hacer es cultivar el amor por los libros y mostrarlo como una actividad placentera. “Ya no puedes ver más televisión, tienes que ir a leer” solo hará que la lectura sea vista como un castigo. Leer por gusto les da los niños una ventaja competitiva, porque se acostumbran a encontrar nuevas ideas y logran procesarlas de manera más rápida. 
  2. Dar ejemplo. Cuando un niño ve a sus padres leyendo, entiende que leer es algo valioso y tratará de imitar ese comportamiento. Si sus padres no leen, si no hay libros en casa, ¿por qué debo yo leer?
  3. Establecer un tiempo para la lectura. No se trata de obligar a los niños a leer todo el tiempo. En un día podemos sacar tiempo para jugar, ver TV, estudiar, descansar, comer y también para leer. Definir, por ejemplo, la hora del cuento antes de dormir es una forma para generar el vínculo con el adulto, un momento especial de complicidad donde las historias son protagonistas.
    No olvidemos que un niño pequeño necesita del adulto para llegar al libro y por eso el rol del  padre como contador de historias –ojalá entretenido– es fundamental en los primeros años,  hasta que llega el día en que ellos ‘despiden’ a los papás y quieren leer solos. Otro espacio puede ser los domingos en la mañana, una hora de lectura todos juntos antes de empezar el día, relajados, disfrutando ese momento.
  4. Define un espacio. A los niños les encantan los espacios acogedores. ¿Qué tal crear una esquina de lectura con una buena lámpara y unos cojines? Organizar la propia biblioteca y que tengan su propio ‘mundo de lectura’ hacen parte de la estrategia.
  5. Dejarlos leer lo que les gusta. Un niño pequeño  muchas veces quiere repetir la misma historia una y otra vez. Uno más grande quizás solo quiera leer uno de aventuras o de piratas. Es clave dejarlos leer lo que les gusta, siempre y cuando sea adecuado para su edad, pues ellos encuentran muchos elementos y sienten enorme gusto cuando son capaces de anticipar lo que sucederá en una historia.
    Si solo quieren leer Harry Potter, hay que dejarlos. Allí están cultivando el amor por los libros y no quiere decir que toda la vida vayan solo a leer eso. Las editoriales hacen un trabajo muy juicioso de clasificar libros por edades y las posibilidades de elección son enormes.
  6. Interesarse por lo que está leyendo. Preguntarles, conversar, hacer parte de ese mundo.
  7. Dar nuevas vidas a la historia. Un cuento no tiene que ser solo leído; puede vivir más vidas. Podemos mostrarles un video donde se cuente esta historia y se divertirán anticipando lo que pasa y viendo nuevas formas de imaginar los personajes.
    También podemos leer el libro y luego ver la película. O podemos inventar un juego a partir de los personajes, integrarlos a la vida. Existen también apps y juegos digitales para complementar las historias y todos son recursos válidos.
  8. Ir juntos a elegir libros. Permitirles explorar con cuidado los libros y acompañarlos en el proceso de escoger una buena historia.
  9. Regalar libros. Cuando un amigo cumpla años, que le regale un libro. Dales a ellos también en fechas especiales y escribe dedicatorias. Así verán que los libros son formas de conectar con otros.
  10. Otras ayudas para leer para los más grandes. Una lamparita para leer de las que se pone en la cabeza puede ser, por ejemplo, una forma de decirles que pueden tener su espacio y privacidad para hacerlo aun cuando haya pasado la hora de dormir.

Imagen: saralcassidy/Pixabay

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